sábado, 2 de julio de 2011

Ya desde fuera parecían al profano intrincados los caminos de la propiedad intelectual y complejos los mecanismos que se comprometían a cobrar y repartir entre los autores la menguada participación que dichos autores reciben del precio de sus libros; ya provocaban protestas y sarpullidos los cánones sobre el material de copia y reproducción y las cuotas de percepción generalizada y periódica por reproducciones indeterminadas, cuando, de pronto, se suscitan dudas públicas respecto de la conducta de los rectores y representantes de la más antigua sociedad de este ramo.

Quedará, a partir de ahora, acentuada y subrayada cada sospecha anterior y herida por lo menos la presunción de inocencia de toda esta gente que ha ingresado preventivamente en prisión.

Donde éramos pocos, parió esta abuela y está llegando una curiosa época en que no podremos fiarnos ni de nosotros mismos, que vete a saber lo que hacemos, toleramos o permitimos durante el sueño o cuando confiamos, como no se puede por menos, en colaboradores de toda la vida.

Es complicado y difícil administrar bienes ajenos, cobrar por otro y repartir con él, gestionar intereses del prójimo. Incluso resulta complicado el comentario de la parábola de aquel administrador de que habla el Evangelio.

Y todavía más en territorio social como éste nuestro, donde el espejo de la novela picaresca refleja lo que refleja y es moneda frecuente la del toque recomendacional por si las dudas de última hora, y en caso de empate, oye, échame una mano. Cornelio Nepote anda por entre nuestras bambalinas sociopolíticas y hay instituciones donde dicen que se reproduce como en caldo de cultivo los bichitos miserable y mínimos que dicen que pululan a nuestro alrededor y estudian, incansables, los laboratorios del mundo.

Entre bacterias, algún que otro político, tal vez cada vez más, de pacotilla, corruptelas variadas, timos y timadores, con menos dinero en las arcas y más necesidades artificiales, ídolos con pies de barro y las olas de calor, las contaminaciones y demás agobios y tristezas, se anuncia evidentemente, para cuando regresemos de vacaciones, un otoño trepidante. Hasta elecciones, hay quien dice que podría haber, y entonces sí que podríamos enloquecer.

De cualquier modo, aquí está el verano, y puede que el calor lo aplane y deje todo suave como el cirtupelu de la gaita, el del pulmón donde se guarda su resuello.

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