domingo, 4 de diciembre de 2011

4 de diciembre, segundo domingo de Adviento, a veinte días de la Nochebuena y veintiuno de la Navidad.

Antes, la semana del puente nuevo, el puente largo, el puente mantible, de que habló Cervantes y defendía el gigante Fierabrás. Un puente largo, el puente del Guiness de este año de gracia, víspera de bisiesto, cuando don Mariano el del Pepé ha reiterado la promesa de que nos enseñará el camino para salir del túnel de túneles, como una muñeca rusa, con un cilindro metido dentro de otro y nosotros en esa coctelera que ha dicho don Mariano que nos va a enseñar a salir.

Luego, lo de salir o no. Es otra cosa que depende de multitud de factores y de que unos quieran y otros dejen hacer y muchísimos hagan y otros sufran.

Algunos deben a otros esfuerzos suplementarios porque esos otros han venido sufriendo, soportando, temiendo, mientras esos unos tan avispados, perspicaces, sagaces, se cubrían ambos riñones y parte de otros menudillos.

Tocan a dejarse una pizca del botín para que no acabe por darse cuenta el personal de las gavias y vaya a dar en amotinarse.

Por eso es tan probable que cuando don Mariano, el conductor del Pepé, apunte y diga que por ahí seguro que se sale, no se eche nadie atrás y cada palo aguante su vela. Pero, por favor, al que le toque hacer un sacrificio llevadero, que comprenda que hay quien lo lleva sufriendo más de los dos o tres años de habernos ido embarrando con el cuento de que el partido estaba ganado sin necesidad de que nos despeináramos y que nosotros, los más listos de Europa, íbamos a ganar por goleada, dejándoles inventar a ellos y poniéndonos nosotros al rebufo, a comerueda para trepar Alpes y Pirineos y de postre el Angliru de cualquier economía.

No basta, esta vez, el ingenio del lazarillo, ni los ardides de Rincón y Cortado. Pasó la época de las guerrillas y los de echarse a la Sierra con el trabuco terciado. Se inventaron hasta el avión supersónico y el tren de alta velocidad. Incluso puedes reñir con la suegra o reconciliarte con tu mujer llamándolas por el camino y hablándoles de reconciliaciones y amores a través de un artilugio mínimo y portátil, de los que antes no tenían más que los espías más avezados y ahora llevan los niños para decirle a mamá, esta tarde voy a estudiar con Juanito y llegaré a la hora de cenar, pero es mentira y es su primera y más inocente cita e irá con la niña de calcetines y trenzas a la disco y tendrán una discusión, a la puerta, con un señor grande y gordo con la cabeza pelada que tú no tienen ni por el forro los dieciocho, muñeco, cosas que antes no pasaban más que en cine de barrio, que lo cerraron, que ya, el cine, es también historia, como el magnetofón y la máquina de escribir y la fotocopiadora.

El mundo, y nosotros, hemos cambiado, salvo en el hecho inconmovible de que es Adviento y dentro de pocos días, será Navidad, y aunque solo fuera por eso, seguirá habiendo esperanza.

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