Ha caído, don Mariano, en la trampa sutil del ahorro. Lo asustó, supongo, la magnitud inalcanzable de la deuda, y del susto, pasó, un poco aturdido, casi instintivamente, a los gestos defensivos del recorte del gasto y la subida de los impuestos, que ambas son medidas aconsejables, pero para cuando al otro lado de su puente, hay un proyecto de aumento de los ingresos y disminución de los impuestos.
Recortar es romper, destruir, hacerse más pequeño para ser menos vulnerable, y sólo es aconsejable cuando sirve de resorte para saltar más fuerte y más lejos, hacerse mayor, tener capacidad de producción, ser competitivos.
Imponer mayores cargas supone empobrecimiento colectivo.
Del lado de allá del sacrificio, debe ponerse el boceto de la utopía.
Ser mediocre y trabajador, no basta. Tiene que disponerse de un imaginativo creador de sueños y de posibilidades, por improbables que parezcan.
Es ancestral ya el sistema, casi infalible, del palo y la zanahoria.
Del lado de allá de cuanto ocurre, no es que haya una, es que hay manojos de zanahorias. Del lado de allá está el jardín del desarrollo de sabiduría y tecnologías ahora mismo atrapados en sistemas administrativos, modos, maneras y prejuicios que deben ajustarse a lo que ahora sentimos y sabemos las gentes.
A la salida del túnel. Esa salida que ya se advierte cerca -ya vuelven al Arca las palomas con ramos de olivo en el pico-, hay unos continentes distintos de los de antes del diluvio. Hay que hablar su idioma, aprovechar sus recursos, competir con los demás pioneros que están desembarcando, con las herramientas y los medios adecuados. Hay que organizarse de acuerdo con las verdades antiguas, pero vistas con los ojos nuevos.
Hay un equipo excelente para analizar y trabajar. ¿Lo hay para soñar, imaginar e iniciar la construcción de lo nuevo, enorme y competitivo que hará falta pronto, en seguida, ayer, dado el retraso que llevábamos?
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