Ha hecho Rajoy un gobierno a su medida. No me preguntéis porque no voy a explicar más. Al que tenga entendederas, bien le basta con lo dicho. Con el gobierno que ha nombrado puede realizar las previsiones de su boceto y desarrollar su esquema. Otra cosa es que funcione. Para que funcione tendrá que haber en la cabeza de Rajoy, como seguramente hay, una estación de destino, que nos irá, supongo y espero, describiendo a medida que le parezca oportuno. Como buen gallego de Pontevedra, en realidad de Santiago según dicen, no tendrá prisa en hablarnos del puerto, de la estación de destino y llegada siquiera sea provisional. De momento ha dejado claro que nos abrochemos los cinturones, que vamos a despegar. Ha mandado subir a las gavias a largar trapo.
Ahora, consultará los mapas y las previsiones del tiempo. Y propondrá la ruta.
La ruta, el camino, la peregrinación, la tiene marcada en sus mapas e irá dando copias a cada ministro, pero mantendrá el importante secreto del destino, el mapa de la entrada a puerto y la descripción de ese puerto, si es o no conocido y lo que tendremos que hacer, una vez llegados, cada cual, en él, que seguro que habrá trabajo para todos.
Para nosotros, los viejos, ya no. Algunos moriremos en el camino. No sé si habrá tiempo para que alguno de los miembros de mi generación llegue a las proximidades del nuevo continente que nos espera.
Ha sido apasionante. Y por lo menos, hemos asistido a los prolegómenos del tiempo nuevo. Nosotros, los que veníamos de aquel otro resplandor de los años treinta del pasado siglo, que acabaron como acabaron, justo cuando yo nací, en 1929, cuando nadie podía suponer lo que se le venía encima.
A la salida de todo esto que nos ha sorprendido con las alcuzas vacías, tiene que haber una era radiante, digan lo que digan los catastrofistas. Porque la gente, cuando atraviesa por un estado de necesidad como el que es probable que dure dos lustros todavía, sale con el ingenio aguzado y el ánimo templado y bien dispuesto.
Costará, y, ya digo, los más viejos ya no llegaremos, pero va a merecer la pena, y por eso, en la medida de lo que podamos, todavía estamos dispuestos a echar las dos manos y empujar. Que no podremos mucho, pero la voluntad estará íntegra, ya que no las fuerzas, porque, repito, merece la pena y sois nuestros hijos y nuestros nietos los que en definitiva tendréis parte en el premio.
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