Es lo que hay, dice mi contertulio más conformista, y una clara mayoría de los concurrentes, acompaña con su mudo asentimiento, moviendo la cabeza, su adhesión al criterio de que con eso que hay es preciso arreglarse.
No soy yo un buen contertulio. Molesto con intervenciones que rompen la paradisíaca quietud del remanso en que la mayoría preferiría quedarse. Si no hay otra cosa, redarguyo, habrá que inventarla.
No hay ni grupo social, ni asociación, ni siquiera tertulia que valga, si no se sale del carril. Mirad alrededor, al paisaje, hacia arriba también, al cielo.
El borrico de la noria, empecinado en su lendel, no llegará nunca sino a su propio rastro. Se imitará a sí mismo.
Como estos desechos de tienta que se empeñan en que los repintan y reparen y vuelvan a colocarlos en sus puestos del tiovivo donde seguirán haciendo lo que saben. Con su mejor voluntad, con innegable buena fe, pero sin dar más de sí.
Mientras el común, que somos todos, tiene que desperezarse cada día, ponerse pilas y botas y salir en busca del pan y de la sal.
¡Oh, capitán, mi capitán!, dice Whitman. No se sabe lo que se tiene cuando el que manda asume sus responsabilidades y echa a andar y ensancha, así, el horizonte.
Vamos a darle un puestín a Fulanito, ahora que quedan. Fulanito es lo que antes se llamaba un chusquero, que, de siempre, sabemos lo que le cuesta hacer la o con un canuto, pero, oye, es que tiene que vivir. ¡Anda! ¡Y nosotros! Nosotros somos los mansos contertulios habituales, somnolientos, de la hora de la siesta, que nos enteramos de que la cosa anda mal tarde mal y nunca. Confiábamos en que los responsables estuvieseis atentos, seleccionaseis a los mejores. Nos condujeseis a nosotros, los habituales conformistas, hacia el futuro mejor de que nos soléis hablar con entusiasmo durante los períodos preelectorales.
A Fulanito, que estoy conforme con que tiene que vivir, dadle pan y vino, chorizo, jamón y un porrón, pero no le confiéis la república, ni siquiera una mínima porción de re pública, cosa de todos, organización y administración de la supervivencia del conjunto.
Ni Fulanito ni Menganito ni el otro más o menos bajito tienen idea de lo que vale un peine ni de lo que cuesta a cada currante ganar los euros del salario mínimo por lo menos. Están aferrados a la dominga política desde que salieron del claustro materno. Por su propio bien, debemos echarlos a madurar a la dura evolución del cambio climático.
Eso sí que podría hacer cierto lo de que a año nuevo, vida nueva Y más feliz, como de verdad yo os deseo a todos, desde la a hasta la z, desde el alfa hasta la omega, desde el cero hasta el infinito.
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