Bajo a la playa, me acerco
a la orilla,
donde las conchas de alma de nácar,
donde la prodigiosa textura
de la espuma,
y miro.
Allá a lo lejos está el mismo horizonte
distinto
cada día que vengo. Miro
en lo más profundo
y está tu probabilidad.
Podrías estar
en la otra playa de más lejos, del otro lado
de todos los mares, esperándome.
Voy en tu busca, amada mía.
Tengo el corazón lleno
de amor,
llevo mis manos heridas
de las caricias
que te debo. Mi boca
rebosa de los besos que deberíamos haber celebrado
cada mañana,
cada tarde,
al parir el alba o declinar la noche adolescente
su lucero.
Bajo a la playa,
encuentro
cadáveres de estrellas de mar,
palitroques retorcidos,
basura que trae la mar, son sus tesoros,
de las huellas de los cruceros errantes, de la estela
del holandés,
del pescador que se ha quedado dormido,
mecido,
absorto en su lejanía de la bocana del puerto
donde se cruzan
las ilusiones que van
y los fracasos que vienen
de la mar.
Soñemos juntos,
amada,
desconocida.
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