Agradezco al F.C. Barcelona, de que soy desde hace mucho admirador fiel y desde hace menos socio leal, pero en cualquier caso desde que sólo pretendía llegar y le solían ganar tantas partidas como ganaba, que, ahora mismo, cuando ya soy yo casi tan viejo como los caminos, haya decidido llegar a ser, haya llegado a ser el mejor equipo del F.C. Barcelona de todos los tiempos, y, sucesivamente, el mejor equipo de España, el mejor equipo de Europa y el mejor equipo del mundo.
Ser aficionado, seguidor, admirador y socio de un buen equipo ya es bueno, ya es importante, ya proporciona alegrías, decepciones y participación en el deporte y el juego, pero serlo de un equipo que poco a poco, a fuerza de tesón, entrenamiento y esfuerzo, consigue que unos chavales de su cantera se conviertan en campeones sin igual, a base de juego limpio, proporciona una emoción difícilmente igualable en el nivel de trascendencia a que pueden llegar un deporte o un juego.
No es, en la vida lo más importante, ni siquiera importante, si me apretáis, pero lo es en su ámbito, reducido previamente a la trascendencia que le corresponde.
Por eso, con ocasión de que hayan ganado el decimotercer título de los últimos dieciséis consecutivamente disputados, a la vez que alzan la copa que lo acredita con evidente entusiasmo, alzo yo con el mismo entusiasmo, que asocio al suyo, esta copa de cava y una vez más les doy las gracias a la vez que con ellos me congratulo.
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