Ser o no ser, es todavía el problema. Ahí fuera, si no eres, por mucho que pretendas aparentar y prometas, te darán con la puerta en las narices, y si eres, te respetarán por lo que eres.
Cosas de Pero Grullo, pero que a fuerza de representar en la corrala, se nos olvida que hay fuera, lejos, gente que no se traga lo de los disfraces y mira por detrás de las caretas y analiza lo que decimos.
Gente experta y experimentada.
Nos contamos tantas veces entre nosotros el cuento de la buena Pipa, nos pasamos tanta falsa monea que nos da la impresión, falsa desde luego, de que es verdad la batallita tal y como la cuenta el abuelo y no como realmente fue; tal y como queda grabada en la memoria la realidad, después de tanto contarla a nuestra manera, pretendemos sustituir con ella la verdad pura y simple.
Y como nada se improvisa, tardaremos en incorporarnos. Traemos un retraso de siglos y no veo yo claro, que ojalá me equivoque, que ninguno de nuestros estamentos parezca dispuesto a empezar por el principio, como debe hacerse, poniendo cimientos, antes que ladrillos. So pretexto de que nadie tiene la culpa, desde su punto de vista, y todas las culpas las tiene algún vecino, la hilera de iracundos reclamantes me hace acordar de cuando se inició cierta obra pública en determinado lugar y se presentaron en busca de trabajo cerca de cien pretendientes. Los especialistas –dijo el encargado-, que den un paso al frente. Lo dieron todos. ¿Y qué clase de especialidad tienen?, volvió a preguntar el boquiabierto capataz. Y todos a una contestaron que la de “listeros”. Lo dijo mi reiteradamente citado y admirado Noel Clarasó por medio de uno de sus protagonistas: “adoro el trabajo, me encanta el trabajo; no puedo vivir sin ver trabajar”.
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