Briosos corceles desbocados por el entusiasmo sociopolítico y compitiendo por el mayor y más heroico desafuero, en defensa de sus respectivas verdades. ¡Estamos salvados! Ya hay quien está dispuesto a saltar a la arena y defendernos, a los inanes, a los amedrentados ciudadanos de a pie, a la que llamaba el emperador romano plebe urbana, ociosa y corrompida, de Roma, incapaz de imaginar mayor felicidad que la que podrían suponerle panem et circenses, el pan y los juegos.
No hay más que encauzar, cuando se dispone de ella en tan copiosa abundancia, la tremenda fuerza de la energía latente y aprovecharla para el bien común, tan necesitado de impulsos y mantenimiento. Tiene suerte don Mariano, ahora que llega a la gobernación, de contar con los de la mesa redonda para que resplandezca de nuevo el reino de Arturo sin necesidad siquiera de los trucos y las mañas de Merlín.
Pero sigues, periódico abajo y me encuentro con la declaración en concurso de una notaría. Me acuerdo de haber visto aquello de las notarías congruas y las incongruas, pero creo recordar que las segundas eran de pueblecitos lejanos y despachos de adobes. Algo tremendo ha tenido que ocurrir para que no pase nada, el señor notario vaya a atender puntualmente todos sus pagos y obligaciones, pero la notaría se haya declarado en concurso y pónganse ustedes en ordenada fila para ir cobrando sus deudas.
Sol y sombra. Por un lado, la energía indomable, por otro el humilde reconocimiento de que no hay más cera que la que arde y hasta la aristocracia económico social tiene que pesar, contar y medir, cuando dejan de soplar los vientos desde el fondo de los cuernos de la abundancia, desparramando sin tasa ni medida sus contenidos. Hasta los sombreros de copa de los magos agotan palomas y conejos, papeles de colores y volutas de humo.
Desde aquí, desde donde la plebe urbana amante o no de pan y juegos, asistimos, la ingente masa de los mediocres, boquiabiertos, al tejer y destejer de los importantes, sus tramas, urdimbres, amarradiellas, ideas, recursos y añagazas, nos consuela aquello que dicen que dijo Lincoln de que el buen padre Dios nos prefiere a los mediocres y por eso hizo tantos.
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