domingo, 25 de diciembre de 2011

Anoche fue Nochebuena y hoy está siendo Navidad.
El tiempo se ha detenido un instante imperceptible. Ha nacido el Niño.
Hoy empieza otro tiempo, igual que el del año pasado, pero nosotros somos gente nueva. Cada día nos renueva y el de Navidad nos traslada a ser diferentes, un poco mejores, sin duda. Apenas se nota, a veces, cosa que nos parece desesperante porque a nosotros lo que nos gustaría es hacernos buenos como quien se hace rico de golpe al tocarle la lotería. Por desgracia, no suele ningún humano cambiar así, de golpe, como quien cerrase los ojos en un planeta y los abriera en otra galaxia. Somos como somos, lentos por naturaleza. El tiempo, que sigo insistiendo en que no existe y en que no es más que una paradoja, sin embargo nos gana siempre el la carrera que tenemos emprendida, desde que nacimos, para mejorar y hacernos como deberíamos ser. Tal vez lo importante no sea parecernos al esquema imaginario que nos hacemos de nosotros mismos, tratando de parecernos a otros que nos deslumbran por sus valores y virtudes. Tal vez lo verdaderamente importante es llegar a saber ser nosotros mismos, cada uno como es, con la debida humildad. Aprender a ser como somos y aprender a querer a los demás, empezando por los de más cerca, que, al estarlo tanto, es con los que más reñimos y a los que más maltratamos.
Ayer fue Nochebuena y hoy ya va muy avanzado lo de ser Navidad, ya es casi el día siguiente. Estemos alegres, por algo que compartimos por igual, tal vez lo único que tengamos realmente en común y en la misma medida, que es estar vivos y poder compartir la vida.

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