domingo, 1 de enero de 2012

Entre Pinto y Valdemoro.
perdió un diente el que suscribe.

Tocaban las campanadas,
tragaban todos las uvas,
sin masticar, como suele
hacer la gente a esas horas
del final de cada añada.

Un diente esencial, que estuvo
casi en todas mis sonrisas
de ochenta y dos otoñadas,
casi ya de ochenta y tres,
pues pocos meses les faltan.

Se alza ya, amenazador,
el fantasma del dentista
con sus trastos en la mano
y esa fría decisión
con que siempre me acoquina

Entre Pinto y Valdemoro,
entre Medina y Olmedo,
donde dieron al galán
los sayones, emboscados
en la noche, para el pelo.

Entre la quinta y la sexta
campanadas de las doce,
saliendo un año y entrando
el proyecto de otro nuevo,
me cascó a mí el diente viejo.

Lágrimas de madrugada,
lamentos y confusión,
el teléfono llamaba,
aulló la Puerta del Sol,
¡feliz año!, se gritaban.

Sólo, quieto y en silencio,
el pobre viejo pasó
la lengua por la hondonada
do antes estuvo el marfil
y ya no le queda nada.

Me valga el buen padre Dios,
amedrentado pensaba,
y ayude mi temeraria
empresa de visitar
al hombre de las cizallas.

Cayó la noche, entró el año,
el daño ya estaba hecho,
cuando yo aún me preguntaba
si no habría sido un sueño,
más ¡qué va!, el piño me falta.

1 comentario:

MARCELO dijo...

Cierto fue
Que el que suscribe
Lo vio
Con la aprensión
Que sentía -dicen-
El que las barbas del vecino vio
Cortar.
Eran las doce
Menos tres uvas.
Saltaba ya la gente de alegría
Y el diente en cuestión
No queriendo ser menos
que la gente
Saltó.
Puñetero
Año Nuevo.
Aun así
Chin chin
Brindamos con champán
Que el Espíritu del Bosco,
Gigante,
No reside en un diente
Ni vive pendiente de tales
Minúsculos detalles.
Feliz 2012, Bosco
Y compañia.