lunes, 16 de enero de 2012

Marcelo Fraga Iribarne era de mi curso, allá en San Bernardo del Madrid de la segunda mitad de los años cuarenta, y en el piso de abajo, daba clase su hermano Manolo, en la facultad de Económicas y Sociales, del que se decía que era gallego y un genio.

No lo conocí personalmente hasta un día que, durante la primera campaña electoral de la transición, dimos un mitin juntos en Gijón, en un pabellón de deportes.

Cuando Franco, había quien decía que Fraga no era del todo adicto, chocaba con unos por no ser falangista y con otros porque esta llegando la etapa de los tecnócratas. Fraga era liberal de derechas, creo yo, y gallego, como Franco, pero de otro modo. Hay muchos modos de ser gallego sin dejar de serlo. Todos se parecen, pero ninguno es igual que el otro. Galicia, tan vieja como es y tan mítica, mágica y druídica, es incluso diferente de sí misma y puede ser de muchas maneras, todas gallegas de pura cepa. Así Manuel Fraga y Pío Cabanillas, también ambos gallegos, también de diferente manera, pero más parecidos entre sí que cualquiera de ellos con Franco, sobre todo cuando Franco empezó a cansarse y envejecer, que iba pareciéndose cada vez menos a sí mismo, en su afán de dejar encauzado un cambio que fuese continuidad, pero no.

Fraga pudo haber inventado una España diferente, pero tuvo la escasa suerte de que cuando se disponía a hacerse cargo del timón, la gente se dio cuenta de que podría ser bueno cambiar de postura y lo devolvió a Galicia. En mi opinión, una suerte para Galicia, a la que dedicó sus últimos años de plena utilidad y capacidad y así les ha ido, que me da la impresión de que están preparados para la salida de este generalizado agobio que padecemos.

Fraga fue uno de los hombres más honestos y capaces de su tiempo, pero su tiempo ya no era suyo y tuvo que compartirlo. Tenía defectos, pero ¿quién no? Y pienso que su capacidad los superaba. Ignoro si habría sido o no un buen y oportuno presidente de gobierno, pero no hubo ocasión. Lo que sí pienso es que la Constitución habría salido peor si él no hubiera estado allí, y que Galicia no estaría lo boyante y preparada que está si él hubiese faltado.

Ambos pasamos por casa Julián, de Niserias, pero nunca coincidimos. Lo siento porque me habría gustado jugar con él al dominó, saber cómo lo hacía en esta época en que el jugador de dominó, como el urogallo y el lince, parecen especies en peligro de extinción.

Desperdiciar gran parte de la enérgica capacidad de Fraga, con el que estuve de acuerdo en unas cosas y no en otras, fue un gran error. Permanecerá sin duda en varias páginas de la historia de España. Acredita su extraordinaria valía la virulencia de las críticas de sus adversarios políticos, muchos de los cuales, ahora que descansa, la reconocen. Dios le tenga consigo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Carácter más vasco- navarro (Iribarne) que gallego........

Anónimo dijo...

¿gallego antipático?

Anónimo dijo...

¿gallego como franco?