martes, 3 de enero de 2012

Leo con inconmensurable pena que corre peligro La Voz de Asturias, donde dejé tantas veces muestra de mis escaseces periodísticas, alternando con plumas mucho más sabias, según ahora compruebo al repasar aquel papel amarillento de desvanes.

Muere un periódico y se desparrama un caudal de letras, palabras, párrafos, noticia de unos humanos a otros, todos necesitados de escuchar al otro, a veces tan lejano.

Ahora que la letra impresa se ahoga en océanos de técnica, atrapada en tabletas, definitivamente vencida por las imágenes comentadas de la televisión, que te cuenta las cosas mientras están ocurriendo, que un periódico se caiga, nadie sabe si el hueso se rompió antes o después de la caída, con cuanto ello implica, es como cuando se cae un viejo y se le ve en el mirar que está considerando si valdrá la pena tratar de levantarse.

Era un periódico bien hecho, como deben ser en éste su tiempo, el manojo de las noticias interesantes, como ristras de panoyas, colgadas, bien a la vista, del corredor del hórreo, pocos ladrillos y contextura habitual, para que a cada cual se resultara fácil saciar su particular curiosidad. Pero no basta a un periódico con dar buen servicio. Ha de caer bien, y los hay que nada más sobreviven de la mano de los indignados con las líneas de los otros que tuvieron, nadie sabe por qué, más suerte o más acierto, o pasaron de unas a otras por más afortunadas manos.

Ni siquiera basta con disponer de buenas plumas. Las buenas plumas no hacen necesariamente buenos periódicos, y, en cambio, los periódicos suelen hacer buenas plumas. Pero ni eso, ni las plumas es frecuente que se usen ahora, tiempo de iPad y mensajes entrecortados, con fugas de letras y escandalosas faltas de una ortografía agonizante. Así, poco a poco, cada vez se habla menos –se acabaron las tertulias anónimas de las reboticas de los cafés y las tascas, ahora se imitan en la televisión y se llama tertulianos a los contertulios-. Esperemos que a cambio, puesto que solemos llevar los libros con nosotros, almacenados a millares en el artilugio nuevo con que abrasaron este año los Reyes Magos, se lea más. Lo malo es que los soportes fallan a veces y otras los libros están picados aprisa y corriendo, descuidados, con los renglones partidos u olvidados.

Queda camino por hacer.

Como hitos en el desierto, quedan también, al borde de las huellas de las caravanas, osamentas blancas, peladas, relucientes, que es como si marcasen y señalaran caminos de peregrinación: Región, Asturias Diario, ¿ahora La Voz de Asturias? … Nacen sin embargo, con nuevas técnicas, nuevos modos, sin miedo y sin tacha Asturias Mundial, la Hora de Asturias, Oviedo Diario.

Toda una multitud de viejos roqueros, incombustibles y ferozmente liberales, están ahí y se advierte que enseñan a otros aprendices de vuelo.

Tal vez no esté todo perdido

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