lunes, 23 de enero de 2012

La frase, ciertamente, cito de memoria, es “laissez faire, laissez paser, le monde va de lui même”, y, como dice mi corresponsal, a que agradezco la atención de perder el tiempo por los meandros de este soliloquio, no es lo mismo “dejar ir”, como libremente traduje, que “dejar hacer”. Interpreto, y así explico mi toma de libertad, que lo que los fisiócratas querían más o menos decir es que no vale la pena tomarse demasiadas molestias y tratar de intervenir en el curso de las cosas, puesto que son el destino y la naturaleza los únicos motores de cuanto ocurre y por supuesto la naturaleza la única fuente de riqueza digna de ser tenida en cuenta.

Da la impresión, que considero triste, de que piensan lo mismo, quienes adoptan toda clase de medidas y ensayan cuantas soluciones les cabe imaginar, que, claramente se advierte que no van a solucionar los problemas económicos pendientes, sino a retrasar sus efectos y consecuencias. Como si estuvieran suponiendo que las cosas o se van a arreglar solas o alguien las arreglará, “que inventen ellos”, desde fuera y así nos sacarán las castañas del fuego, de modo que lo único importante es tomar medidas dilatorias, provisionales y que nos permitan llegar a una especie de tierra prometida que alguien preparará para nosotros y que llegará sin que sea necesario nuestro esfuerzo y nos permitirá “volver a ser” lo que éramos.

Pienso que es una cadena de errores. Hay medidas dilatorias que pueden incluso ser perjudiciales para adoptar las verdaderamente imprescindibles. Hay medidas imprescindibles que nadie va a tomar por nosotros, puesto que nos incumben y somos los únicos que podemos y deberíamos adoptarlas. El futuro, a la salida de este atolladero, nada será igual y deberíamos irnos acomodando. Características de la época nueva que a mi modesto juicio se van apuntando como esenciales son una mayor solidaridad interhumana, no sólo con los de lejos, sino con los de al lado mismo, a los que, por conocernos como nos conocemos los próximos, resulta más difícil estimar, y un mayor respeto de la dignidad y la humanidad de quienes nos acompañan en el difícil empeño de tratar de vivir en paz, con justicia y libertad.

Por ejemplo: está claro que debemos pagar nuestras deudas económicas y que se deben arbitrar fondos para ello, pero mucho más importante es cerrar los puntos de fuga por que se escapa el gasto que tratar de incrementar el ingreso a base de disminuir la capacidad económica de los administrados, a quienes hay que orientar y ayudar a organizarse para que produzcan riqueza cuya redistribución debemos procurar con sentido común y caridad, que es acuífero de justicia.

Por ejemplo: no tiene sentido gastarse en administrar los que debería usarse para generar lo administrable.

Por ejemplo: para poder gastar es imprescindible haber competido antes y haber sido capaces de producir algo que nos proporcione la posibilidad de gastar sin endeudarnos al hacerlo.

Por ejemplo: hay que ser conscientes de que los mercados nuevos son y serán cada vez más diferentes de los antiguos, y debemos imaginar, inventar y fabricar con seriedad y profesionalidad lo que esos mercados pidan, para así enriquecer el flujo económico de nuestro grupo social.

Por ejemplo: no hay más hombre libre que el que, consciente de que la libertad tiene límites, constituidos por la libertad de los demás, participa del acervo material y del cultural del grupo social de que forma parte.

Como es natural, en muchas cosas de las que pienso, estaré equivocado, pero también estoy convencido de que cada cual tiene que arreglarse con sus convicciones y principios, sin perjuicio de estar siempre dispuesto a reconsiderarlos a la luz de los criterios de quienes discrepen de ellos o los contradigan.

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