martes, 3 de julio de 2012


Hay muchas, tal vez docena y media de comunidades, con sus respectivas peculiaridades, que a veces son lo único en que se diferencian.

Hay quien vive, le correspondió en suerte, que esas cosas pasan, y puedes nacer con unos genes u otros, o meterte en aventuras que te dejan cicatriz imborrable, a quien le tocó, una de esas comunidades enfrascada, ensimismada, encerrada en un círculo mágico trazado por ella misma, que, a continuación, ha olvidado las palabras para salir.

Hay comunidades, como ésta que digo, que giran, disparadas por un misterioso zumbel y puede que ya no vayan a parar hasta que todo el invento se lo lleve, como hace siempre, con una risita sardónica de adorno, la historia.

Suele mantener cada peonza el susurro particular, en que se emboza y autosatisface a sí misma. ¡Los mejores!

Se desmoronan los mampuestos, cuando los colocaron aprisa y corriendo, de tente mientras cobro, una serie de mastuerzos. La pared se abomba, ladea y cae con estrépito de arrepentimientos tardíos, y, por ello, ya ineficaces.

Ni torturado, creo que diría cuál es o cuáles son estas autonomías, que por otra parte todos lo sabéis y lo estáis malviviendo, eso que no ha llegado aún lo peor. Lo pero está justo al final de la última etapa de terreno malo. Será síntoma de que está a punto de acabar la pesadilla para los primeros que acabe y estará entonces a punto de hablarse del calvario de la primera decena de los dosmiles, cuando hubo que aprender a hablar y conducirse de manera diferente.

Nadie sabe por qué, cómplices los diversos estamentos, hay sociedades, grupos, provincias, comunidades, comoquiera que según los tiempos les llamen, en que parecen disfrutar de un extravagante privilegio de continuidad los que acreditan una y otra vez insuficiencia. Tal vez sin conciencia de ello, formen una especie de equipo de que excluyan a los más exigentes. Y puede que, si no eficacia, este modo de hacer, con precedentes en aquel “que inventen ellos”,  permita vivir a más, de modo más mediocre, pero menos esforzado.

Sólo hay un problema de conformidad contra que podrían rebelarse los más exigentes. Lo que pasa es que siempre resultarán demasiado pocos y se perdería su voz entre todo este abrumador coro de cigarras incansables.


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