martes, 31 de julio de 2012


Le vendo, dijo el astuto comerciante, y le pongo en casa, si usted participa en el módico coste del trasporte, esto y aquello por un mínimo precio. Lo que se dice una bagatela. Prácticamente, un regalo.

Y compras, y encargas, y te llega un paquete que parece envuelto con el delicado encanto de los de regalo.

Todo correcto y vestido con la elegancia de un impecable juego de manos. O casi todo, Porque sumados al precio aquél, del producto inicial, los gastos de seguro y transporte, más impuestos correspondientes a todo ello, lo que no es precio supone más des 66% del total general.

Ese mismo día, te llegan las facturas de agua y energía eléctrica y no podrás, te pronostico, evitar ponerte nervioso, porque, sopapo de aquí, empellón de allá, mi país y yo somos, me dicen, más pobres, pero a mí me sube, poquito a poco si quieres, pero inexorable, la cesta de la compra. Y seguro que a ti te pasará igual. Y suerte tendrás, si al malestar general no se añaden las vicisitudes sucesivas del ere y el paro.

Quien vende, acuciado por las circunstancias del caso, rebusca en su zurrón de comerciante antiguo modos de cargar sin que parezca que lo hace, en quien al final deberá pagar, los gastos generales que deberían haberse incluido en el escandallo.

Hace ya mucho, en una vetusta ciudad de nuestro azacaneado país, a un familiar mío, un avispado comerciante le animaba y decía ¿pero no ve que le pongo precio de nacional español?, y el no menos agudo posible comprador: ¿y por qué no me pone precio de …?  y aquí el gentilicio de la vieja urbe.

Modos de zoco y regateo, envite y pruebe y compare. Los melones se vendían a prueba y cala.

Se construyen, destruyen, fingen, desbaratan y atraviesan estructuras económicas holográficas. Que es otro modo de vivir diferente del en cierto modo triste de la gente seria, circunspecta, que un amigo que tuve llamaba aburrida, con su afán de prever y prevenirlo todo, sin los resquicios que la vida necesita para las sorpresas, las improvisaciones y los fracasos.

Treinta y uno de julio. Fecha aproximada de regresar a casa el primer batallón de la gente de vacaciones, que, en cada carretera, cada estación, cada puerto y cada aeródromo, se cruza con los del regimiento del relevo de agosto. Constituye todo un estudio propio de tesis doctoral de sociología ver cómo se cruzan la tristeza nostálgica del mirar de los niños que vuelven de su verano feliz con la ilusión esperanzada de los que corren hacia el suyo.

En medio, como una figura indecisa, hecha de niebla y sueño, del pensador, es decir, una versión antropomórfica de lo inesperado. No está triste ni alegre. El es como es, indiferente por naturaleza.


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