viernes, 20 de julio de 2012


Hay un hecho económico inexorable: cuando un grupo social se empobrece, los que primero y más sufren son sus miembros más débiles desde la perspectiva económica.

Añadiría que cuando las limitaciones, minoraciones y presión llegan hasta las capas más altas, de los más pudientes del grupo, el conjunto se empobrece, y los más débiles, de nuevo, serán los primeros y los que en mayor medida sufran las consecuencias.

La única posibilidad conocida de salir de este círculo vicioso consiste en que el grupo social sea capaz de producir algo que interese a otros, para, intercambiándose resultados, ambos consideren haber recibido riqueza de afuera, para incorporarla a su acervo material respectivo.

Para emprender esta aventura, hay que disponer de un grupo humano dispuesto al sacrificio solidario, capaz de relacionarse y trabajar en equipo con arreglo a un plan y bajo dirección y representación coherentes y unitarias. El grupo, para salir al mundo y confrontarse con otros, ha de disponer de unidades económicas grandes, fuertes, cohesionadas, imaginativas y creativas.

Ahora mismo, la calle está llena de gente airada, que ha visto cruelmente cercenada su aparente prosperidad del dinero inexistente, tal vez futuro en parte, de cuya supuesta garantía disfrutábamos toda la ciudad alegre y confiada, Gente capaz de derribar a un gobierno. ¿Y luego qué? Otro vendrá que se verá obligado a hacer algo parecido a lo que tiene que hacer cualquiera que hoy gobierne, que es pagar nuestras impagables deudas sin generar otras nuevas. Tanto como ajustarse a nuestra pobreza real, justo cuando nos habíamos acostumbrado a exigir pan y circo sin límites, puesto que casi todos éramos ricos y a los que no, cabía soñar con un súbito pelotazo mejor que la lotería y derivado ce aquel juego de que las cosas más inesperadas adquiriesen de repente un valor virtual que no tenían.

Seguimos teniéndonos miedo y con miedo a ser culpables de tratar de restablecer el valor moral de entender colectivamente que o más pobres o más seria, paciente, creativamente trabajadores.

Seguimos mirándonos de reojo, conscientes de que no podemos mantener una administración compleja, complicada, sofisticada y sobrecargada, pero sin atrevernos a ser proponentes de su reestructuración, útil, funcional, suficiente y productiva.

La alternativa continúa siendo crear Europa como grupo social único. No parece que de momento sea probable. Recuerdo aquel admirado amigo que me aterró un día con su sonriente, pero definitiva y para él ineluctable aseveración de que el dinero de su comarca tenía que ser para su comarca. Y los demás que trabajen y se arreglen –añadió-, como tiene que hacer mi comarca, para la que, por cierto, dentro de poco habrá que pedir incremento de las subvenciones.

No hay comentarios: