El misterioso instante de la vida, no es al fin y al cabo
más que recuerdos, que han de contarnos, de nuestro nacimiento, y preludios de
una muerte que esa sí que tendremos que afrontar por nosotros mismos.
En medio, el collado, como un arco invertido, por que se deslizan
las imágenes de cuanto o ha ocurrido o podría haber ocurrido, o, consciente o
subconscientemente, la memoria añadió como adornos barrocos a una realidad cada
vez más incorpórea.
Porque recordamos esto o aquello, pero sin los datos, circunstancias
y complementos del día o de la hora en que pasó o no. Quién sabe cuánto hay de
invento, superposición, de apócrifo en lo que desmenuzamos, viejos ya, como si
pasáramos las cuentas de nuestro particular rosario.
Parece un verano cualquiera, pero te cuentan y no acaban de
algaradas, protestas y amenazas. Nadie, en su día, quiso creer que esto fuera
posible. Cómo, si éramos ricos, podíamos ser tan pobres. Ne cansé de advertirlo
y se rieron, cosa que respeté y hasta me hizo pensar en algún momento que
estaba equivocado, que desconocía los entresijos misteriosos de un país como el
mío, tan antiguo, intrincado y llenos de leyendas, complejidades y complejos.
Ahora, la ancianidad me permite ver aún más claro. Había
tenido, sin querer, razón, cuando habría preferido equivocarme. Mi error no
habría sido más que un fracaso personal. Esto es un dolor colectivo.
Me da la impresión de que siguen muchos pensando en la
posibilidad de mantener la tramoya en que representábamos una reiterada
comedia. Y tal vez nuestro ingenio sea capaz. Bueno, el nuestro ya no, el
colectivo de nuestro complejo grupo social, porque hablar de nosotros,
incluiría a los que cuando concluya este proceso de reajuste ya no estaremos.
Sería imprescindible aprender unos papeles divertidos,
ingeniosos, lúdicos. Porque o hay que negociar con los demás, inventar,
producir, superar, competir, o hay que aprender a hacer gracias, cosas,
servicios, carantoñas o ficciones, es decir, a entretener.
Los guerreros y los comerciantes son necesarios para la
humanidad, pero también los poetas, los bufones, los soñadores, los funámbulos
y los malabaristas, los payasos y los magos.
De momento, creo que hemos aprendido, hay entre nosotros
quien ha aprendido, a jugar al fútbol mejor que nadie en el mundo mundial.
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