lunes, 16 de julio de 2012


El misterioso instante de la vida, no es al fin y al cabo más que recuerdos, que han de contarnos, de nuestro nacimiento, y preludios de una muerte que esa sí que tendremos que afrontar por nosotros mismos.

En medio, el collado, como un arco invertido, por que se deslizan las imágenes de cuanto o ha ocurrido o podría haber ocurrido, o, consciente o subconscientemente, la memoria añadió como adornos barrocos a una realidad cada vez más incorpórea.

Porque recordamos esto o aquello, pero sin los datos, circunstancias y complementos del día o de la hora en que pasó o no. Quién sabe cuánto hay de invento, superposición, de apócrifo en lo que desmenuzamos, viejos ya, como si pasáramos las cuentas de nuestro particular rosario.

Parece un verano cualquiera, pero te cuentan y no acaban de algaradas, protestas y amenazas. Nadie, en su día, quiso creer que esto fuera posible. Cómo, si éramos ricos, podíamos ser tan pobres. Ne cansé de advertirlo y se rieron, cosa que respeté y hasta me hizo pensar en algún momento que estaba equivocado, que desconocía los entresijos misteriosos de un país como el mío, tan antiguo, intrincado y llenos de leyendas, complejidades y complejos.

Ahora, la ancianidad me permite ver aún más claro. Había tenido, sin querer, razón, cuando habría preferido equivocarme. Mi error no habría sido más que un fracaso personal. Esto es un dolor colectivo.

Me da la impresión de que siguen muchos pensando en la posibilidad de mantener la tramoya en que representábamos una reiterada comedia. Y tal vez nuestro ingenio sea capaz. Bueno, el nuestro ya no, el colectivo de nuestro complejo grupo social, porque hablar de nosotros, incluiría a los que cuando concluya este proceso de reajuste ya no estaremos.

Sería imprescindible aprender unos papeles divertidos, ingeniosos, lúdicos. Porque o hay que negociar con los demás, inventar, producir, superar, competir, o hay que aprender a hacer gracias, cosas, servicios, carantoñas o ficciones, es decir, a entretener.

Los guerreros y los comerciantes son necesarios para la humanidad, pero también los poetas, los bufones, los soñadores, los funámbulos y los malabaristas, los payasos y los magos.

De momento, creo que hemos aprendido, hay entre nosotros quien ha aprendido, a jugar al fútbol mejor que nadie en el mundo mundial.

No hay comentarios: