Me acuerdo mucho de Salvador Fuente, durante muchos años
encargado, jefe y regidor de la publicidad y las relaciones sociales de la Caja
Rural de Asturias, y, como consecuencia, de otras muchas de España, que
aprendían de sus mañas, gracias a las cuales, parecía que aquellas minúsculas
pesetas se multiplicasen durante cada ejercicio y como él decía, sin embargo de
manejar tan poco, con frecuencia, “cubríamos el cielo de Asturias” con el
nombre de nuestra empresa financiera.
Colaboró en la creación, desarrollo y consolidación de la
Fundación que permitió a la Caja Rural de Asturias participar en numerosas
actividades culturales y lúdicas. Y le quedaba tiempo para asomarse a la radio
y charlar con los paisanos, que escuchaban, embelesados, la mínima terapia
socionatural que les ofrecía para resolver pequeños y a veces hasta medianos
problemas para lo que representó cimentar una industria agropecuaria asturiana.
Que evidentemente no era la solución, pero dio de comer a mucha gente durante
muchos años. Y todavía.
Seguro que a Salvador se le ocurrirían “cosas” para esta
situación de emergencia en que evidentemente está ahora mismo la Asturias de
nuestros pecados, pero también de nuestras virtudes. Si te pisan, decía, es
normal que el dolor te haga saltar. Aprovéchalo. Te permitirá cumplir el lema
olímpico: “citius, altius, fortius”, cuanto más te haya dolido.
Cuando se le ocurría algo, sabía siempre dónde se ocultaban
el artesano o el artista capaces de darle forma o de interpretar para llamar la
atención y que el mensaje se propalara.
La gente se reía a veces, otras, se enfadaba: “este
Salvador”, pero él a lo suyo, que solía ser lo de su empresa. Porque había que
ser los mejores. En todo: en pagar, en exigir, en servir. Y si no se lograba,
bueno, pues eso ya no era cosa nuestra, porque en la vida, a veces, o no se
puede o por esto o por aquello, se fracasa. Y entonces es cuando, casi siempre
con trabajo, es cuando hay que levantarse y volver a probar.
Justo lo que está pasando ahora. Pero para volver a probar
conviene quitar y poner piezas, conservar las que valen y apartar, aunque no
sea más que para reciclar, las que están gastadas, fatigadas, o que, simple,
sencilla y llanamente, lo que pasa es que no valen.
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