martes, 17 de julio de 2012


Menos mal que no llegan hasta aquí arriba sino hilachas del calor que está calcinando gran parte de España. Sin discriminar, Al verano y al calor les importa un pito la distribución administrativa del pañis, su estructura. Por cierto, atentos, demasiado calor. No se recuerda haber tenido tanto y con esa frecuencia. Nuestro mundo, como sus habitantes, está aparentemente contagiado de crispaciones y desorientación.

No para, sin embargo, el ritmo de juego. Vienen unas olimpiadas y en seguida el vertiginoso carrusel del fútbol.

Manifestaciones, huelgas, protestas. La playa está llena, pero das la vuelta a la cámara y la cale también. Cuenta el periódico y no acaba de tragedias personales conmovedoras, y, en la hoja de al lado, discuten pensiones multimillonarias, sueldos astronómicos, gastos siderales. La sociedad, ahora mismo, es un caos en medio de que, por fortuna, quedan grupos de gente que intentan mantener orden y concierto de por lo menos una calidad que permita vadear la situación.

De repente, estamos descubriendo que cuanto ocurre nos afecta como individuos, pero, y a la vez, como miembros de un conjunto. Y si el conjunto sufre inicialmente en la persona de alguno de sus miembros, todos acaban por sufrir de algún modo.

Somos un ecosistema. Nadie está a salvo a costa de los demás. No se puede. La sombría tristeza que aflige a ese indefenso ser desesperado que acampa inerme en la peatonal, se nos deslizará un día u notro por las hendijas de cualquier fortaleza que hayamos supuesto inexpugnable. De ahí la obligación de colaborar. No con gestos, sino con imaginación y eficacia práctica.

Tendríamos que dejarnos del fácil ejercicio de la demagogia. No se puede ni pedir para todo ni subvencionar lo inalcanzable. Hemos de rentabilizar trabajosamente aquello de que disponemos o seamos capaces de hacer, aprovechar, inventar.

Martes de primer tercio, casi ya, de verano, las playas llenas, y las carreteras, y las calles y las plazas. Todo el mundo, por una u otra razón, está, de nuestros montes abajo, en alerta por demasiado calor.

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