sábado, 7 de julio de 2012


Hasta la famosa letra pequeña ha motivado normativa especial, a partir de cuya entrada en vigor, la letra podrá ser pequeña, pero sólo hasta cierto punto. Es decir, que se prohíbe la entrada de menores en los antros documentales de los contratos. ¡Ya era hora!

Los menores, a quienes ya se les ha vetado fumar y beber, se les quita ahora de la esoteria documental de los contratos de adhesión que suele proponer la parte más fuerte –lo tomas como va o lo dejas- a la más débil, a la sombra de esos evidentes adelantos sociales del númerus apertus y la libérrima voluntad contractual.

Otro remiendo de lo indispensable para conceder libertad a la gente: educar, no sólo a la parte más débil, sino también a la más fuerte. Bien está que se enseñe cuanto antes al que acepta, para que no abusen de él, pero convendría que el educadísimo proponente del contrato supiera hasta donde puede exigir, hasta dónde coaccionar, hasta dónde ese “lo tomas como va o lo dejas”.

Y un adelanto legal muy urgente, sería añadir a la lista de bienes inembargables, y claro, tampoco hipotecables, el hogar familiar.

La letra pequeña, ahora perseguida, no es culpable, en cuanto inerte instrumento, el culpable es quien la utiliza con fines torticeros, a que añade el sarcasmo de asegurar luego a quienquiera que le acuse, que él advirtió, y lo hizo bien claro y por escrito, de los peligros de cada caso, de sus riesgos, de cuantas eventuales catástrofes pudieran suceder, todas de cuenta y cargo de quien va, ciego, a la satisfacción de su imperiosa necesidad o su acuciante deseo, que ya le han advertido, o la tomas como viene o la dejas, como las lentejas, que ya ven lo que dicen que le ocurrió a Esaú, por no leer tal vez, a tiempo y detenidamente, la famosa y ahora vilipendiada, acusada, desterrada letra pequeña, sólo, por cierto, cuando su pequeñez exceda de un límite concreto y determinado. Con lo fácil que podría haber sido decir que los contratos deben estar escritos de principio a fin con los mismos caracteres, sin perjuicio de la posibilidad de destacar partes, párrafos, locuciones o palabras determinadas a base de negrita, cursiva o subrayados o recuadros. 

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