jueves, 26 de julio de 2012


Las fiestas, en mi tierra de montañeses y vaqueiros, marineros y marinos, cada fiesta tiene su colofón hipocorístico: el Carmen y el Carmín, san Roque y san Roquín, santa Ana, que cae hoy y santa Anina, que, de corrido, hay quien dice Santanina, sin duda para simplificar,

San Timoteo no tiene este tipo de ultílogo. Empieza cuando termino la fiesta marinera de la Virgen del Rosario, que la celebramos el 15 de agosto y el la patrona de la Cofradía y acaba por santa Agueda, que, tradicional y trabajosamente, se arreglaba para organizar y celebrar cada año Mariano Parellada y ahora se incluye ya al final de la relación de festejos, muerto ya, hace mucho, aquel inolvidable Mariano.

Ni marinero es lo mismo que marino, ni vaqueiro igual que montañés, pero esas son otras cuestiones, debatibles en cualquier apacible sobremesa o de atardecida, cuando ya bajo el sol, deja de apretar con este insistente agobio, que, cargado de humedad, bate sus marcas cada año.

Se asomó, ayer por la tarde, la tona, aguas vertientes del Rañadoiro. Afiló truenos sordos y fucilazas lejanos contra las piedras más altas, que resistieron el envite y rechazaron hacia las calores del sur a los nubarrones más oscuros y espesos. Hubo hasta quien resistió en la playa, de donde huía ya la gente más prevenida y previsora. A última hora quedó un sol jadeante, que se limpiaba el sudor con hilachas de nube.

Les cuesta a veraneantes y peregrinos, entender este tiempo veleidoso, inquieto, mudable de intención a cada vaivén de la marea. Ah, preguntan, ¿pero tiene relación? Pues claro. Las mareas, aquí, al lado mismo de la mar, tienen voz, voto y trascendencia. Hasta si te pincha un escorpión en la playa, ese que se entierra en la orilla y creo que llaman pez araña, el intenso dolor suele volver, cada vez más suave, a cada vaivén de la marea, durante las veinticuatro horas siguientes, es decir, cuatro mudanzas de marea. Alivia mucho untar de amoniaco la picadura, con un pincel o una torunda de algodón.

Leo e intento comprender las evoluciones catalanas. La mayoría catalana la integran Convergencia, que es la fuerza centrípeta y Unión, que es la centrífuga. Ahora toca a la primera encastillarse y decirle al gobierno central que quiere que su Cataluña vuele por sí sola. Dentro de días o de horas, la segunda abrirá una ventana, agitará una bandera blanca y avisará al gobierno central que es hora buena y buena ocasión para parlamentar.

Mientras PP y PSOE insistan y persistan en no ponerse de acuerdo para enfrentarse a este problema, servirán, alternativa y es probable que involuntariamente, de fulcro para las palancas independentistas, que los usarán para debilitar, inexorable y sucesivamente a uno u otro y al final a ambos. La historia se va escribiendo así, poco a poco, en los márgenes de las páginas de la historia. Puede que la historia de verdad sean, en el futuro, las glosas de la historia.


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