Y ¿ayer? ¿Estuviste ayer? ¿Dónde? ¿Tienes coartada para el
domingo?
Tuve aprensión, ¿tal vez miedo?
El miedo, cuando te haces mayor, adulto, viejo, anciano y
senil, sucesivamente se va mudando de forma y textura. No es mayor, menor, más
o menos monstruoso de aspecto. Va siendo diferente.
Te asusta y acoquina, si te coge, sobre todo, descuidado.
Buscas entonces una postura, te refugias en ella y corres el riesgo, como todos
los ancianos, de dormirte flotando en un vago mar de recuerdos, que te acoge,
te mece, fantaseas y de repente un rayo de sol entra en la galería y te da un
sopapo de calor. Uf. Duele, ahora, la espalda.
Ya escribiré luego. Pero echas una ojeada a las noticias y
se te queda la pluma en la mano –la pluma es el al ordenador un propósito de
escribir, una añoranza de más allá del bolígrafo, cuando aquellas plumas del
capuchón y los borrones-, al descubrir la cantidad de catástrofes que puede
desencadenar cualquier gesto banal. Alguien tira una colilla y arden miles de
hectáreas. Cada hectárea, me decía durante su informe en un pleito aquel perito
agrícola, luego ingeniero técnico agrícola, viene a ser el terreno marcado para
delimitar un partido de fútbol. Miles, al azar, abarcando casas y pueblos,
sueños y recuerdos, árboles, bosques, sotos y las bestezuelas que los pueblan y
les arrancan ese sonido incomparable de la música del bosque.
Y por añadidura, nos informan los famosos expertos, tal vez
sólo augures con la carrera a medias, de que el lunes, es decir, hoy, nos
acosarán un poco más los especuladores.
Me apunta mi otro yo, pensativo, sentado en el alféizar de
la ventana, que él es virtual y así se ha evitado la tragedia de envejecer y
puede colocarse ahí, en su otero, con la piernas colgando en el vacío del
paisaje, sin miedo y sin tacha, que a lo mejor a alguien se le ocurre
subdividir la zona euro como las medallas olímpicas, en zona euro de euros de
oro, zona euro de euros de plata y zona euro de euros de cobre.
Dejo el documento salvado, pero ya que me preguntas, ahí
está. Mi coartada del domingo. Laila me mira compungida. Hora de salir
¿recuerdas?
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