A mí me ha resultado útil, en medio de estos esfuerzos de
comprensión, regresar a don Benito Pérez Galdós, que escribía en “Zaragoza”
(1874), de sus Episodios:
“Lo que no ha pasado,
ni pasará, es la idea de nacionalidad que España defendía contra el derecho de
conquista y la usurpación. Cuando tantos pueblos sucumbieron, ella mantiene su
derecho, lo defiende, y, sacrificando su propia sangre y vida, lo consagra como
consagran los mártires en el circo la idea cristiana. El resultado es que
España, despreciada injustamente en el Congreso de Viena, desacreditada con
razón por sus continuas guerras civiles,
sus malos gobiernos, su desorden, sus bancarrotas más o menos declaradas, sus
inmorales partidos, sus extravagancias, sus toros y sus pronunciamientos, no ha
visto nunca, después de 1808, puesta en duda la continuidad de su nacionalidad;
y aún hoy mismo, cuando parece hemos llegado al último grado del
envilecimiento, con más motivos que Polonia para ser repartida, nadie se atreve
a intentar la conquista de esta casa de locos.
Hombres de poco seso o con ninguno
en ocasiones, los españoles darán mil caídas, hoy como siempre, tropezando y
levantándose, en la lucha de sus vicios ingénitos, de las cualidades eminantes
que aún conservan y de las que adquieren lentamente con las ideas que les envía
la Europa central …”
Es posible que para que todo sea como es, tenga que ser
precisamente así, puesto que si no, ya no sería esto, sería otra cosa. Lo que
parece deducirse es que ningún mal nuevo nos aqueja, y el habitual no debe ser
tan malo, cuando sobrevivimos todavía.
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