martes, 10 de julio de 2012


Tus dos manos,
que se movían, aquella tarde, buscando
un lugar
en mi memoria,
este paisaje, en que han permanecido,
enredándome en la magia
del equilibrio de su gesto
con la belleza misma de la imaginación de alcanzarlas.

Imposible tocarlas
sin romper la textura expresiva de su caricia inédita,
imposible
resistir la ávida tentación
de hacerlo, cogerlas
con mis manos torpes,
como quien arranca las manos del jardín para fingir un adorno
en el salón ajado de la abuela,
sobre el piano mudo, inútil.

Tus manos,
para siempre,
inevitablemente recordadas,
definitivamente inalcanzables …

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