Para hablar,
pide el árbol la ayuda del viento y mueve
sus hojas;
para hablar, el río
se roza con los cantos del fondo y dice
su hermosa canción de agua;
para hablar, nosotros,
la gente,
tenemos las palabras,
pero las escondemos, a la hora de decirlas,
y queda el silencio
como una angustia inútil,
árbol yerto,
remanso de agua quieta,
desamor
en que nos vamos
poco a poco
disolviendo.
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