En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 19 de junio de 2009
Toda una multitud presupuestamente intelectual alrededor de cualquier novedad, que se apresuran a catalogar todos estos sabios que tanto admiro porque dicen ser tan listos, inteligentes, ingeniosos, y deben serlo porque hay que ver con qué seguridad clasifican, critican, destierran de su ámbito y se ríen de los exuvios que han ido dejando en arcenes y cunetas de las modernas autovías donde hoy escucho decir que se ha reducido la velocidad y pondrán más multas y habrá más artefactos al acecho, del Gran Hermano, que tardó un poco más de lo previsto en el libro de Orwell, pero ya está ahí, a la vuelta de la esquina, controlándolo todo a través de la interactividad progresiva de los mecanismos que ni siquiera se molesta nadie en ponernos en la mano, porque, nada más inventarse y publicar los almacenes que los tienen, allá va nuestra manada de cazadores de gadgets, con la lengua fuera y un anhelante, compulsivo afán de comprar ojos de Gran Hermano, que vamos incorporando a nuestro ya numeroso arsenal de artefactos, artilugios, me temo que incluso greemlins, que pitan, crepitan, bufan, se atascan y nos miran de hito en hito, cada vez más con mayor sagacidad más hábilmente usada por esta nueva Santa Inquisición Administrativa.
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