viernes, 26 de noviembre de 2010

“Finde” le llamáis ahora al fin de semana, con ese afán de síntesis que pasa por las “pelis”, por películas, y la “teuve” por la televisión. Bueno pues “finde” futbolero, ¡qué angustia!, por si el lunes va a someter el Barcelona al Madrid o si viceversa, como dicen muchos pronósticos y algunos temores. Amedrenta más este asunto que las elecciones catalanas y eso de las crisis que tal parece que ninguna de las dos cosas vayan con nosotros, por más que sean las dos gripes más amenazadoras que hayamos padecido desde hace tiempo. “Finde”, por otra parte, con la luz amatista, precursora del alba apuntando de que vienen sucesivamente el “puente” de “santa Constitución”, que ahora también llaman las vacaciones o la “semana blanca” de los “coles”, por colegios, y, en seguida, la Pascua de Navidad, que tengo que acordarme de escribir y traer y poner aquí mi villancico lleno de melancolías. Cada año, sin poderlo evitar, se me viene a las mientes el recuerdo de aquella Navidad, allá por los años cuarenta, que estoy degustando aquel trozo de turrón, con mi gente alrededor, en aquella habitación, precisamente, de una casa en que vivimos muy poco tiempo. Y soy incapaz de recordar por qué ese recuerdo tan preciso del sabor de un bocado de turrón, en un lugar determinado de una estancia concreta, justo de esa casa, cuando yo tenía diez u once años. Mi amigo Luis, ahora del otro lado del espejo, siempre se acordaba de felicitarme las pascuas y me mandaba uno de sus hermosos dibujos y un villancico alegre como unas castañuelas. Supongo que ahora se los dirá todavía más hermosos, dibujo y villancico, al buen padre Dios, en el lugar sin tiempo ni espacio en que me esperan. A ver si, llegado el momento, me ayudan y acierto con el camino.

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