lunes, 11 de abril de 2011

Ha dicho, según repite un periódico, cierto político, que la democracia es muy exigente. Pero ¿quién es la democracia? Yo había entendido que es un sistema de organización, representación y gobierno del grupo social. ¿Cómo puede un sistema ser o dejar de ser exigente? Un sistema se aplica o no. Se aplica en su integridad o mutilado. Se aplica bien o mal. Quien puede hacerlo, establece las reglas de aplicación, casi nunca coincidentes con la más pura versión del sistema, de cualquier sistema de organización, representación y gobierno de un grupo social estatal.

Y así, la exigencia de conductas coincide o no con el concepto de cada cual tenga del sistema de que se trate, o con los propósitos del aplicador.

Cualquier sistema, según su concepto puro y duro, es posible que sea imposible de aplicar. Y es en las correcciones, los ajustes, los detalles, donde está el peligro de que algún principio esencial se pierda arrollado por las circunstancias.

Lo malo es cuando las circunstancias no vienen dadas por el azar, sino que se provocan, consciente o inconscientemente por determinados grupos o personas y las víctimas de cada desvío se van convirtiendo en supuestos enemigos del sistema.

Unos sistemas ideados para garantizar los derechos de la gente y que la gente pueda ejercitarlos en paz, a la vez que debe cumplir las obligaciones que se corresponden a esos derechos.

Por desgracia, no somos los humanos perfectos. ¡Con lo fácil que sobre el papel parece organizar un mundo feliz!

Seis mil millones largos de mundos felices, en realidad, porque puede que no coincida ningún humano con otro en su concepto de la felicidad plena. Para siquiera un instante. Y sin embargo, a lo largo de cualquier tiempo de visa estadísticamente considerada como “media” para el ser humano teóricamente “normal”, se producen algunos, varios, muchos acontecimientos que provocan sensación de inconmensurable felicidad. ¿O no?

La estadística origina convicciones equivocadas que no se pueden tratar de arreglar más que introduciendo en los cálculos estadísticos medidas correctoras de que se derivan otros errores, otras desviaciones. Lo de siempre: la verdad es un arcano inalcanzable, por más que tantas veces parezca estar al alcance de la mano, que casi estemos tocándola con la punta de los dedos.

Mucha gente, demasiada, incontable, no conoce la felicidad. Es posible que la sueñe y sea tan fácil como un manantial más cerca, la comida segura para un cierto período de tiempo … Democracia, exigente … Lo que parece la democracia es un sonido roto, la visión de un fracaso. Es muy posible que haya que saltarse el párrafo donde dice que es el mejor de cualquiera de los únicos métodos, todos malos, existentes y de posible aplicación y decirse que en la duda hay que seguir pensando, cavilando, ensayando …

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