Mirar a la cara del otro. Hay quien no sabe, no quiere o no puede. Mala cosa, desconfía de ése y ahora está de moda añadir que también de ésa, y, por si acaso, de eso.
Los en um, sin excepción, del género neutro son, decía un aforismo, por lo demás tan incierto como casi todos los aforismos, de cuando dábamos los primeros pasos por las declinaciones latinas.
Una verdadera lástima que nos dejasen a medias en lo de traducir a los griegos y los latinos.
Los griegos aprendieron y enseñaban a pensar, por eso lo de los diálogos, la academia e ir paseando durante la clase. Casi toda la Filosofía y desde luego la Metafísica, está cimentada en griego.
Traído a cualquier romance o llevado al de cualquier otro tronco, pierde la musicalidad, el sentido, las sutilezas, que ahora se dicen y por ello se piensan de otra manera.
Tal vez por eso, no traemos de la antigüedad clásica más que lo burdo, una especie de balbuceo sin semitonos. En el camino del tiempo se perdió el modo de hablar de la calle.
A lo nuestro, que te duermes, Román, en cuanto dejas vagar la curiosidad por ese tema paralelo que germina en los bordes de las palabras, interlineado en las frases. Lo nuestro, hoy, al hilo de la diatriba que acabas de escuchar, resumida, en la televisión, es avisar de esos ejemplares histéricos, que sin embargo aparentan calma y hasta sonríen nerviosamente cuando motejan al adversario para tratar de quitárselo del camino, apartarlo. Les diría de buena gana que no se ocupen de “los otros”. Que nos expliquen sus hechos y nos hagan, fundamenten y prometan facilitarnos las cosas elementales que pretendemos la gente de a pie:
Crecer, aprender, incluirnos con dignidad en un orden social pacífico, libre y justo, crear una familia e integrarla en la comunidad para volver una y otra vez, generación tras generación, a reproducir el ciclo, construirnos una justificación y una esperanza, disponer de una vejez inquieta, pero sosegada y morir en paz.
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