domingo, 24 de abril de 2011

Haber disfrutado de un día radiante es ya de por sí un premio además de inmerecido, inesperado –puede haber sido también esperado durante más o menos largo tiempo y luego en su inminencia, sus vísperas-. Se acaba, como todo. En este caso entre la llovizna nocturna de la Pascua de Resurrección. Todo el sábado, Sábado de Gloria, fue un indeciso si lluevo o no, adornado de calabobos, nuestro orbayu, en definitiva lluvia pulverizada, que no impide ni las celebraciones ni que sean radiantes, cuando en efecto, lo son.

En seguida, todos se dispersan, cada mochuelo a su olivo, pero queda por los rincones de casa su aliento y en cada esquina el jirón brillante de una risa por cualquier nadería.

Paso por esa revista una ojeada y lo lamento. Hay una peregrina idea latiendo en la información que acabo de casi leer. Consiste, en términos generales, en la a mi juicio infundada aseveración de que la gente, el lector, dicen ellos, tiene un supuesto derecho, que les confiere a ellos, de saber todo cuanto está ocurriendo. Y al parecer eso incluye una serie de banalidades reveladoras de la superficialidad de quienes no dejan de hablar de sus vicisitudes menores, sus amoríos y desamores, sus cantos y desencantos. Y, lo que es más grave, cualquier desliz de cualquiera, que, por mucho que te esfuerces en vivir de acuerdo con tus principios, tu naturaleza humana, lastrada de tantas debilidades y acosada por tantas presiones circunstanciales, hace que pueda ocurrir a cualquiera, y que se empeñan en airear, a poder ser cuanto antes, sin el menor respeto ni asomo de consideración.

Me enfado, quito la revista y la tiro a la basura, porque ese personaje a que alude, tiene un brillante historial que no merece el maltrato del posible desvío publicado. Tiene en cambio una gracia macabra que la policía americana, al hacer las fotografías identificativos de un delincuente aparentemente menor, para ficharlo, advirtió que tenía el torso cubierto de tatuajes, y, al examinarlos, que esos tatuajes relataban, como viñetas de un tebeo, un asesinato pendiente de solución. Lo dice el periódico de ayer.

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