domingo, 10 de abril de 2011

Polos positivos y polos negativos. Hay también magnetismo en las cosas y las personas, los grupos y las galaxias. Por eso, determinados personajes políticos, hagan lo que hagan, seguirán pareciendo a otras personas de polaridad diferente, todo lo malvados que son, y algunos equipos de fútbol u otras personas concretas, continuarán siendo intragables por los siglos de los siglos.

¿O se borrarán, del otro lado del espejo, los odios y rencores? Y, en ese caso ¿se borrarán asimismo los aprecios?

Me intrigó siempre el resto de la historia de Lázaro, el resucitado del Evangelio, donde, que yo sepa, lo conocemos cadáver, Jesús lo hace resucitar y desaparece de la narración y del recuerdo histórico.

Fue al otro lado del espejo, allí se olvidó o tal vez siguió recordando, retornó a este lado, recuperó, nada se nos dice, todos sus recuerdos, y, ¿trajo alguno del otro lado?

A los que estamos cerca, nos inquieta el misterio. Tal vez por eso, eludimos detenernos demasiado en su consideración. Puede que si lo hiciéramos no fuese soportable para la textura de las neuronas, que respecto de este asunto tienen a Dios gracias mucho de insensatas.

Paso por mi maltrecha calle en busca de víveres y periódicos. Están casi todos los obreros enfrascados en la búsqueda de unas fugas de agua que los obligan a volver a hurgar en las entrañas de la tierra y destapar tubos de varios colores, que hace muy poco habían enterrado. Paseo por las redes y me encuentro, como es frecuente, con desconocidos que me preguntan si los admito como amigos. El sistema, cuando, curioso, accedo, los va incluyendo en una cada vez más larga lista de que sólo unos pocos van después perfilando una personalidad más o menos definida. Es posible que las relaciones humanas hayan inventado con esta relación múltiple de las redes sociales, un nuevo tipo de conocimiento y relación, mucho más superficial que la amistad tradicional, pero algo más que el conocimiento.

Este año, la primavera nos ha sopapeado, nada más empezar, con una ola de lo que los técnicos del tiempo llamaron aire sahariano, que aquí, a dos o tres mil kilómetros al norte del Sahara, nos ha calentado el ambiente hasta los treinta y dos y treinta y tres grados, en época del año en que lo normal serían unos veinte con buen tiempo. Hasta podría tener algo de verdad lo del cambio climático. Que alguna vez ha de ocurrir, teniendo en cuenta el precario equilibrio indispensable para la vida humana que algún día, puesto que todo nace, se va modificando y muere, cambiará con inimaginables consecuencias. Quienes sobrevivan y lo experimenten comprenderán la banalidad de la historia.

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