martes, 19 de abril de 2011

Hablan de quitar más enjundia a la religión, dejarla así, toda en minúsculas, pero no saben qué dar a cambio, y se olvidan, cosa que han de pagar sin duda, o que pagaremos como siempre entre todos por el empecinado y evidente error de unos pocos, de que es preciso arbitrar contestaciones a las preguntas trascendentales, y si eso no se hace por vía de una religión digna de crédito, ni habrá orden ni concierto ni nada que valga la pena y la civilización misma dará un salto atrás de miles, he dicho y reitero que miles de años. Cuando el bumerang les llegue y dé en el occipucio, repetirán aquello de que no fue su culpa, su voluntad era buena, no era ésto lo que ellos querían.

Tendrán que volverse, las nuevas generaciones, a la salida de las cavernas y el descubrimiento de las analogías que siempre hay entre persona y persona, cualesquiera que luego sean las características de cada cual. Que al César lo del César y a Dios lo suyo, pero tiene que haber César y haber Dios.

Ahora, de religión, nada. Si acaso, volveremos a celebrar equinoccios y solsticios, danzaremos desnudos por el bosque procurando hacerlo en verano, que ya no estamos para estas cosas, los humanos de poltrona, copa y puro a escondidas, y a los mejor no se dan cuenta, pero estarán inventando religiones alternativas, tras de haber remado tanto. Al fin y al cabo, la historia de la humanidad no es más que la de muchos que caen sucesivamente y sucesivamente se levantan. Como el péndulo de Foucault, nos limitamos a ir y venir, tras percatarnos que otra vez volvimos a errar y así hasta que se consumen todos los pronósticos, puesto que es rigurosamente inexorable que habrá un momento en que el sol se canse y tal vez los descendientes de nuestros descendientes estén inventando en otro planeta, más o menos lejano, otro episodio para que la vida continúe, por más que nosotros ya no estemos viviéndola.

Es conmovedor ver cómo la gente, a pesar de todo, o tal vez por todo lo que están haciendo éstos, se aglomera, arremolina y aferra a la Semana Santa. Es posible que haya menos gente en las iglesias, puede que los que estamos en la iglesia de cada lugar no seamos más que una pandilla de viejos sin porvenir, atosigados de recuerdos, pero cabe también y personalmente observo que así es, que Dios haya salido en busca de los suyos y encontrado modos nuevos de entenderse con quienes todavía hacen oración con su conducta sobre todo, cada cual en su empeño, convencido de que la respuesta no se mueve y espera, quieta, eterna, siendo a la vez ayer, hoy y mañana. Cada vez es más frecuente, en esta época de insolidaridades, que cuando en realidad lo necesitas, encuentres una comprensión, una mano, una palabra o una sonrisa

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