viernes, 22 de abril de 2011

Ni siquiera un Stradivarius es capaz de tocar sin dos manos y un cerebro que las lleve al punto exacto donde la nota suena, si el instrumento está afinado, y pone el arco exactamente en el lugar y con la presión en la cuerda que produce la sensación debida para que la melodía se engarce y maraville al auditorio. Hay que ponerlos a cantar, todos los años unas horas, para que no muera la madera, se sienta acariciada y viva. Supongo que si los coge una mano inexperta, los Stradivarius se estremecerán. ¿O no? ¿Les dará igual? Es probable que cualquier instrumento ignore su función y disfrute por el mero hecho de servir para sonar. Me imagino a los humanos del Edén. Seguro que toda la Tierra lo fue. Disfrutando del hecho de vivir y el descubrimiento de ser capaces de darse cuenta de que estaban nada menos que vivos.

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