El que no inventa no vive y el que inventa es probable que se muera de hambre, a no ser que lo que invente parezca útil a otro que se lo trueque o se lo compre. Así, el inventor podrá comprar pan. No sé por qué, pero cuando hablamos de dar de comer, lo hacemos siempre a través del pan. El pan es la comida por excelencia, pienso que lo relacionamos consciente o inconscientemente con la eucaristía, donde lo importante es el pan, como lo es el vino. ¿Por qué el vino y no el agua? El agua es el líquido por excelencia para el hombre. O lo era hasta la dignificación suprema del vino en la eucaristía.
La historia, casi toda, es un misterio, con sus recovecos y la multitud de fines y propósitos buenos y malos que se entrecruzan en su relato. Cada vez más historiadores dedican su vida a entresacar del casi siempre parcial, subjetivo y en gran parte matizado relato de la historia, un hilo más o menos objetivo de realidades equilibradas entre la memoria de los vencedores de cada confrontación histórica con el olvido de la versión de los fracasados, vencidos, apartados al rincón de un recuerdo piadoso de su desgraciado esfuerzo. Vas atesorando libros llenos del buen propósito de llegar a la verdad y redescubres que la verdad es inalcanzable en esta vida mortal, donde las cosas duran lo que duran y se convierten es recuerdos deformados de lo ocurrido.
Empellón a empellón, se va recorriendo ahora mismo el disparatado trayecto de los cuatro partidos de fútbol en que casi media España se enfrenta a la otra media entre tarascadas, esfuerzos y palabrería más o menos desdichada. El saldo anual, a pesar del campeonato ganado por el Madrid en Valencia, parece favorable al Barcelona, sobre todo en la Liga, donde a expensas de lo que todavía ocurra en los cuatro últimos partidos, le ganó la partida individual a su rival con un cinco a cero en campo propio y empare a cero en el ajeno. La Copa del Rey, en cambio, resultó favorable al Madrid, por un gol a cero en campo neutral. Queda un partido de la eliminatoria del campeonato de capeones de Europa. Visto lo visto, creo que debería limitarse el gasto de los equipos hasta una cierta cifra anual, cosa que restablecería el equilibrio de los campeonatos nacionales, y que debería prohibirse a un mismo equipo jugar a la vez varias competiciones, para evitar disparates como esos cuatro partidos entre dos mismos equipos, a lo largo de quince días, con los nervios alterados y la tensión excedida. Que al fin y al cabo esto no es más que un juego, confrontación de habilidades y suerte, y no una batalla, por ahora incruenta, pero cada vez menos controlada y con más gente diciendo lo que a mí me parece que no debería.
Traigo de la capital grande una reflexión pequeña: ¿por qué se hacen torres en Madrid? Me parece a mí que la construcción en altura debería ser solución para la falta de espacio. En Madrid no falta espacio. El territorio de alrededor es llano por tres de sus cuatro costados. ¿Por qué las torres? ¿Por el desafía de construir cada vez con mejor técnica y mayor dificultad? Creo que esas aglomeraciones humanas y las características de un edificio desarrollado en altura, abren la posibilidad de multitud de riesgos y peligros innecesarios, a cambio de poder contemplar el suelo más lejos, abajo y el cielo más cerca, arriba. Un día, una de esas torres se nos va a salir por el agujero del ozono. ¡Si por lo menos ese cielo que se acerca fuese el Cielo, para tratar de echar una ojeada!
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