miércoles, 3 de septiembre de 2008

El amor
eterno,
que te he jurado tantas veces,
acabo de descubrir esta mañana que no puede ser eterno
porque no es nunca el mismo, hay días
que es como un niño, como un juglar
provenzal,
como una voluta, casi inexistente de puro tenue,
de humo de otoño,
pero otros
es como un huracán de nombre femenino,
lo arrolla todo
con su vigor juvenil,
arrogante,
esta mañana no era más que un viejo casi exánime,
sin futuro
ni recuerdos, apenas
un estertor
de la hermosa, inextinguible luz, el manantial
de la esperanza.

No hay comentarios: