miércoles, 17 de septiembre de 2008

Los sauces no lloran,
sufren,
mueven apenas,
las palabras que les sugiere el viento a los árboles,
las repiten
como si musitaran un suspiro. Un día
me pasó, cuando, muy joven,
creo que fui sauce,
a la orilla
de tu río brioso de agua viva,
justo donde tú
te quebrabas,
ibas
por el camino más corto, en busca de la mar.
Los sauces no lloran, lo sé
porque fui sauce,
en otra vida,
otro mundo,
otro tiempo,
cuando tú, mi amor, estrella
peregrina,
fuiste río,
y te llevaste
mi reflejo enamorado
y me dejaste solo para siempre,
árbol
inconsolable.

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