Incluso los topos,
ciegos, como sabéis, tenemos derechos,
tópicos y utópicos –los derechos humanos de los topos-,
a opinar,
como la oca que gobierna el río, el abejaruco,
la oropéndola,
el gorrión callejero de la capital, que habla latín,
y las multitudes
de las carnívoras gaviotas veleras
y los estorninos.
Todos tenemos derecho a decir lo que pensamos,
lo mismo que los demás lo tienen
a escucharnos o no.
Incluso cuando el anciano volcán loco de la isla,
dice, airado, cuanto se le viene al cráter,
podemos ignorarlos
e irnos a la isla de al lado o al continente,
siempre con nuestra sombra pegada a los talones,
con el zurrón de los recuerdos colgado del hombro.
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