viernes, 26 de septiembre de 2008

Transcurre una semana de actividad y al volver al rincón, experimento esa plácida tranquilidad que como una burbuja lo rodea. Y con ella, se me enciende la minúscula bombilla que en los comics pintan sus dibujantes sobre la cabeza de los personajes cuando se les ocurre una idea: ¿para qué volver a sumergirte, en este caso sumergirme en el inextricable lío de las discusiones de un tiempo que ya no es el mío, sino el de todos estos más jóvenes, que ya han cogido la antorcha y se afanan en buscar soluciones de un futuro que ya no me atañe?

Mi futuro está en lo desconocido, de donde nadie ha vuelto sino la hija de Jairo, Lázaro y Jesús, sin que conste que nadie haya preguntado, por ejemplo a Lázaro, lo que hay más allá del espejo. Creo que es en India donde hablan de reencarnaciones que supondrían una especie de purgatorio de desmemoriados (si la memoria susbsistiera y más allá del “deja vu” que a veces nos desazona, los transmigrados, con cierta habitualidad, recordarían, y no ocurre, que se sepa).

Me anuncian un juicio, y ni siquiera, como en otros casos y ocasiones, me cabe preparar una defensa que en este caso sería además la mía porque hay una etapa, aseguro, de la vida del hombre que soy en que te miras en ese espejo que un día ya próximo has de atravesar y te ves casi –la verdad no es alcanzable, seguro que por sobrecogedora también en este orden de cosas- como en realidad eres.

Como si hubiera pasado uno de esos huracanes, tifones o llamadles como queráis y fuésemos lo que queda –“estos Fabio, ay dolor ,,,”-

De ahí la tentación de quedarse contemplando la reiterada estética del ocaso, cuando sobre el horizonte se pintan imposibles paisajes de inesperados colores: una naranja ensangrentado, que sin embargo tiene el matiz de verdepálido y hay una especie de presagio del alba, como si el buen padre Dios repitiese el mensaje de esperanza de que más allá del miedo que viene, a lo oscuro, preñado de miedo, hay en lo inimaginable algo distinto, prodigioso.

En parte, esto que me exacerba la sensibilidad, podría ser cansancio.

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