domingo, 25 de octubre de 2009

Casi no queda sueño en que soñar otro cuando llega de súbito el alba y nos despierta con ese sonido especial que nadie sabe si es el de la luz, que rebota en las cosas que tenía olvidadas y hace ese ruido de sorpresa que es como el sonido múltiple de las gotas de agua que van cayendo, alternativa o simultáneamente en varios recipientes. L canción inesperada del nuevo día es así otro milagro concéntrico con el de haber sobrevivido una vez más a la noche, de que no recuerdas si fue insomnio o sueño alguno de sus tramos. A poco, identifico el rumor del agua que pasa, ese río cercano, u chapoteo de nutria retrasada y los besos que fingen en la piel del agua las primeras truchas que saltan a cazar mosquitos tiernos. Las nubes son a esta hora rojizas, y, hoy, tenues como velos de novia pudorosa. Es domingo, octubre se desliza sobre las hojas secas, que crujen de dolor y placer, hacia el veranillo de san Martín, cuando la matanza y el sellado del hórreo que asegura el invierno. ¿O ya no? ¿Están ahora los hórreos vacíos? Hay como un desconcierto de lo habitual. El mundo está cambiando, la sociedad, el tejido de los pueblos. Nos cruzamos con gentes recién llegadas de pueblos cuyos nombres ignorábamos y que nos miran con el mismo desconcierto que nosotros a ellos. No sabemos, porque no fuimos niños juntos, lo que decirnos para entender la broma, el amor o el desprecio. Nos miramos, pienso que tratando de adivinar lo que hay en el fondo de los ojos del otro, donde empiezan las ilusiones, los miedos y los sueños que nos condujeron a la encrucijada del cruce, donde las primeras palabras, de cada cual en su idioma, son siempre ininteligibles y deberíamos tender la mano y la sonrisa, pero extendemos la desconfianza, a esta primera del alba, todos entre despiertos, pero no del todo, y dormidos, pero ya tampoco del todo dormidos y todavía con el recuerdo amparándonos, del cobijo del nido que se ha quedado provisionalmente vacío, hasta que Luis Rosales repita, de atardecida, aquello de que: “gracias, Señor, la casa está encendida”, que ojalá así sea, en estos tiempos inciertos, de miseria y luz entretejidos.

No hay comentarios: