domingo, 4 de octubre de 2009

Todo podría haber sido diferente
y lo divertido
a esta hora ya tranquila de la tarde, con el crepúsculo
a flor de piel,
la vista cansada –por cierto, ¿dónde andarán mis gafas?-
es recorrer,
imaginar
algunas de las posibilidades. Lo malo es que en seguida
aparecen
escenas de aquellos días radiantes que habíamos olvidado,
tal vez
porque no ocurrieron nunca,
son un subproducto inconsciente
de esa habitación de la memoria,
especie de almoneda,
bazar, rincón, alfar, laboratorio
del alquimista frustrado que también soy,
en que me pasé parte de la vida
analizando sueños,
catalogando
proyectos
fallidos,
como si todos formasen parte del hilo sutil
en que consisto
a esta hora ya tranquila,
cuando ya han muerto casi todos los testigos de cuanto ocurrió
en realidad,
y yo he olvidado cómo fue,
de modo que he de conformarme,
a fuerza de darle vueltas en la cabeza,
con fingir el recuerdo, una y otra vez,
todas distintas,
de como pudo haber sido la vida
de cada uno de nosotros.

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