viernes, 16 de octubre de 2009

Se necesita, a veces, escribir, sin saber siquiera acerca de qué. Enciendes la pantalla, abres el programa, ves ante ti el papel, o su imagen, limpia todavía de letras y de palabras, de frases, sabes que ahora, caído en la tentación, ya no te queda más remedio que escribir. Recuerdas las páginas últimas de tus lecturas más recientes, y tu discusión mental con el autor, que ganaste, tramposo, porque él no estaba para defenderse y tú hablabas por él y le fingías razonamientos insuficientes, como cuando juegas solo al ajedrez y te haces la trampa de meditar tus jugadas y responderte con las mediocres del otro yo apenas fingido para que te sirva de entrenador sin ser más que un aspecto un poco más mediocre de ti mismo.

Leo opiniones acerca de lo correcto, lo legal, lo ajustado a Derecho. Un jurista opina que todo vale para atrapar al malo, reducirlo y apartarlo de la sociedad en la medida de lo posible; otro dice que eso lo excluyen los derechos fundamentales y la libertad protegida por la democracia y el Estado de Derecho. Es divertido estar observando desde fuera el culto a la democracia sin especificar, nadie lo hace, cuando la democracia deja de serlo, se convierte en lo que Plotino llamaba oclocracia y deja de ser respetable, para convertirse en una aberración de su concepto.

No voy a proponer verdades como puños. No las tengo. No tengo más que mis verdades, en constante confrontación, en cada momento erosionadas por su contacto con verdades que esgrimen los demás en estas justas en que la vida misma consiste, donde aprendes a trompicones, pero para mí, una democracia deja de serlo cuando se trata de convertir, y de hecho a medias se logra, en la tiranía de unos pocos, a través de las muchas artimañas que lo permiten, con desprecio de la procedencia de integrar en las decisiones de la mayoría los detalles que así lo merezcan de cada minoría mayor o menor. Las minorías no deben ser destruidas, sino cultivadas para que, si lo merecen y puede ser bueno para el bien común de los más posibles, sean capaces de ocupar las responsabilidades del poder y la representación.

Discrepo de quienes dicen que hay un sistema de gobierno mejor siempre que todos los demás. Opino que cada sistema de gobierno es una herramienta cuyo uso puede ser oportuno en un ámbito determinado y en una determinada época y el mejor para ese pueblo en un momento dado, en definitiva. Tengo la impresión de que hoy, aquí, a mi alrededor, hay dos equipos políticos numerosos y varias minorías, todos los cuales emplean demasiado tiempo en tratar de desprestigiar y si es posible aniquilar a sus rivales. Con la de cosas que hay pendientes de hacer en un tiempo como éste que nos ha tocado vivir, en que nada menos que tendríamos que inventar una economía, después un sistema económico, al mismo tiempo un sistema social y al final una nueva sociedad con que enfrentarse a los evidentes adelantos de un milenio en que creo que se está a punto de descubrir infinidad de cosas que se derivan de los impresionantes y vertiginosos logros finiseculares.

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