sábado, 3 de octubre de 2009

De vuelta de viaje por un lejano país, por sus ciudades, sus carreteras, casi siempre se trae un montón de fotografías. De pronto, a veces, hay una enigmática fotografía que al parecer corresponde a una calle, tal vez hay en ella un interesante balcón, una ventana cerrada, abierta, como sea, lo cierto es que no recuerdas cuál es la ciudad, si existe o no la calle, no aciertas a situar ni el momento ni el lugar, que sin embargo está entre el resto de las fotografías digamos normales, las que puedes explicar, junto con la sensación, la razón, el capricho o el momento en que se hicieron. Esta no. Esta es una fotografía que tal vez haya llegado a estar entre las otras por no sabes qué misteriosa razón imposible de explicar. Porque ahora no es como cuando había que llevar los carretes a revelar y podía mezclarse entre tus copias una ajena. Ahora, con las cámaras compactas, salvo que hayas prestado tu aparato a alguien, cosa que no recuerdas, todas las fotografías están hechas por ti. ¿Todas? He ahí el arranque de una novela para escribir la cual no tengo ya paciencia.

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