Me consuela saber
que los muertos
no lo están para siempre. Nada
puede morir
cuando ha nacido. Cambia, se mueve, anda, emigra
más allá del silencio
que calla entre los planetas
desconocidos,
saltando
de estrella
en estrella, cuando cada estrella muerta
sigue emitiendo luz,
dispensando,
con su temblor –probable miedo- en lo oscuro,
el proyecto
de nuevas
alegrías. Me consuela saber que un día, acordes,
seremos
la misma luz.
Tú, que tanto me amabas, y tú, y todos vosotros
comprendidos
por fin,
en un jadeo,
un suspiro,
todo.
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