Razonar, vencer, luego, más la pereza que el miedo, y, por fin, ejecutar el definitivo acta de voluntad que consiste en ir al dentista. Me tocaba el lunes, Deo volente, pero me lo han declarado festivo por traslado. Por de pronto, hoy, mañana y pasado, me toca el viaje habitual por las dos capitales. Los problemas pendientes con la dentadura, de que tan poco casó solí yo hacer siempre, acaban en estos barros, duelos y quebrantos en que unos se rompen, otros se caen y otros te los sacan y se descansa, pero hay que hacer el lento tránsito por toda la dolorida boca.
Curioso cuerpo, el humano, que se lleva a cuestas sin sentir hasta que pasa algo o algo va demasiado bien o demasiado mal y entonces se concentra la atención en aquel preciso punto de goce o de dolor.
A cada día, su afán. Ahora mismo, cambiar el cartucho de tinta de la impresora.
Vivimos llenos de pequeñas y grandes servidumbres, que nos sacan los cuartos por toda partes: el periódico, la energía eléctrica, los recambios y pilas de toda clase de juguetes y aparatos, el agua, los variados impuestos directos, indirectos y circunstanciales, el combustible para cocina y calefacción, la ropa, los zapatos, la sanidad de la familia, la casa. Una carrera entre ingresos y gastos, la cuenta de la vieja, la de resultados. Menos mal cuando se cierra equilibrada, o, por lo menos, moderadamente deficitaria.
Nos hemos acostumbrado a vivir tan deprisa que todo ha de comprarse ya, aunque sea con dinero que viene, o lo que es peor, que podría venir en camino. El invento de los préstamos con interés, seguido del de las garantías famosas y las garantías a medida derivó hasta la dorada jaula en que estábamos hasta que vendieron la jaula para sustituirla por otra de titanio, más sólida, más manejable y más barata, que todo cuenta.
Donde antes trigo, proliferan los tableros que captan energía solar, donde abedules y pinar, gigantescos molinos de plástico a cuyas aspas no llegaría la lanza del hidalgo. ¿No plantarán trigo? Un alto mando del supermercado dice hoy en el periódico que se compran y consumen líquidos blancos de diverso contenido y aspecto, como sucedáneos de la leche entera y verdadera de aquellas vacas que alimentaron nuestra niñez. Ahora, la leche, semidescremada, desmantequillada, desnatada, envejecida, rejuvenecida, enriquecida, empobrecida, es un líqudo blanco de procedencia y contenido inciertos, si acaso descrito en letra atómica en un lateral de la caja de cartón que la contiene.
¡Cómo no se me iban a escoñar los dientes!
1 comentario:
Por no hablar de las 3 dimensiones, que hay que ver lo buenas que son y lo bien que funcionan en la realidad desde que se inventó el Mundo, y la birria mareante que es, en cambio, el sucedáneo que, en su lugar, trata de endilgarnos el astuto fabricante de teles, video consolas, etc.
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