Cascabeles de plata,
niebla, olor de nube,
agua
pulverizada en el aire
de la mañana.
Juega la hiedra a trepar
sin ir a ninguna parte,
pone,
aquí y allá una flor,
para ti.
Pasas
sin mirarlas siquiera
aunque las mueva la brisa
y se esfuercen
por acariciarte con su olor.
Tú no quieres a nadie,
¿para qué?
si te queremos todos
el agua, el aire, cada nube que pasa,
yo.
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