miércoles, 7 de julio de 2010

Viene, supongo del mucho leer, con lo que tiene de empacho de comportamientos ajenos, la utilización de las figuras retóricas de nombre más intrincado, sin saberlo y como consecuencia de la subconsciente apreciación de la fuerza o la expresividad que confieren a la frase. Y un día, de pronto, echas una mirada a cualquier diccionario de términos literarios y te maravilla el número de recursos que habías venido utilizando. Mira tú –te dices incrédulo-, que precisamente estos días recién pasados, si no en el blog, según consta y puedo ansiosamente comprobar en mi Moleskine. incurrí yo en una epanadiplosis, por dos veces usé de elipsis y utilicé una anáfora, y todo eso sin contar el frecuente hipérbaton y la abundancia de metáforas. Divertido. Cada digresión, pienso, puede incluir un anacoluto. -

No hay comentarios: