sábado, 24 de julio de 2010

Cuando salgamos de este nudo en que nos ha enredado la mudanza de siglo, sumada a la de milenio y coincidentes ambas con un crecimiento inusitado y excesivo de la técnica, serán, las que lo consigan, otras gentes, que mirarán con incredulidad los documentos que hayan quedado de nuestro tiempo y les costará tratar de entendernos y comprender cómo fuimos y por qué.

Por si éste fuera uno de los papeles que queden, he de añadirles en seguida que a nuestro modo hasta fuimos felices a veces, como ellos, porque en uno u otro plano, vivir es siempre un enredo laberíntico plagado de trampas, ardides y complicaciones que incluso pueden haber sido puestas sin querer, o para otros, y alcanzarnos sin que sea nada personal, como dicen los sicarios cuando para ganarse el salario tirotean, apuñalan o machacan a sus víctimas. Y hay que arreglárselas, y lo hacíamos, para compaginar con el dolor y la tristeza, las alegrías y los días radiantes.

También éramos capaces de enamorarnos y compartir sentimientos, ofrecernos para felicidad, siquiera fuese momentánea, de nuestras complementarias, incluso cuando la cultura de nuestro tiempo las había manipulado o desorientado.

Y había, es decir, hay ahora mismo, gente que piensa exactamente lo contrario, contradictorio y contrapuesto de lo que nosotros pensamos, y hasta, por lo menos algunos, han aprendido a tolerarlo con una sonrisa, o a soportarlo por lo menos sin aparentar el desconcierto o la aversión que puede producir alguien que está en las antípodas de nuestras más preciadas convicciones, las más respetadas, las que nos sirven de báculo para el camino que inexorablemente ha de continuarse, cualquiera que sea nuestro estado de ánimo.

La inmovilidad, de este lado del espejo, es algo inconcebible. Ni siquiera los muertos permanecen inmóviles, puesto que en seguida algo nace, se pone en movimiento, recupera la materia y la pone de nuevo a ir hacia alguna parte, como esa gran estrella que leo hoy en el periódico que han descubierto los astrónomos, producto de que, de tres, una haya sido absorbida por un agujero negro y las otras dos, fundidas, hayan emprendido una loca carrera hacia fuera de la galaxia, nadie sabe, supongo, hacia dónde, ni por qué.

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