Chopin, interpretado por Jacques Loussier, para la mañana, temprano, del último sábado de julio. Cosa que quiere decir que mañana, Dios mediante, empieza agosto. Lo que empieza trae simiente de acabarse. En cuanto nace el hombre, alborea el día, comienzan el día, la semana, el año, en esta caso, el mes, ya corremos el riesgo de que, a la vez, estén terminando. Por eso soy yo partidario de las vísperas, siempre cargadas de sueños y de posibilidades que es mejor suponer que no pueden incumplirse. Hoy, cuando sean las doce de la noche, las de verdad o esas que marcan los relojes, que, entre horario de verano o de invierno y una hora menos en Canarias, nunca sabes en realidad la hora que es, pero cualquiera que sea, cuando lleguen las doce de la noche, habrá empezado a gastarse, que es terminarse, el tesoro de agosto, vacación para tantos, mes de festejos y romerías. Por eso viene bien Chopín, modernizado por Loussier en ritmo de jazz, que le incrementa de algún modo el tono nostálgico, en este caso de los nocturnos al piano.
Opinar, razonar, creer … todos conceptos diferentes. Opinando, te arriesgas, razonando, te involucras, creyendo, decides. Una opinión no es más que la suposición de un posible sueño. Razonar se juega la capacidad personal, la inteligencia, el ingenio. La fe es un acto de la voluntad, que, como el agua, atraviesa por donde parecía imposible hacerlo, en virtud de lo inexplicable, a pesar de que te parezca hasta improbable.
Loussier insiste en cambiar los tiempos para jugar con las notas, distorsionar cada sonido hasta arrancarle una nueva emoción a su recuerdo. El sábado, pese a estar en medio del verano, es gris.
Leo en alguno de los periódicos a mi alcance que dentro de pocos años, para un anciano ya muchos, ya un territorio fuera del tiempo, un futuro ya inaudible, el centro de España tendrá el clima de hoy de Andalucía y estas tierras del norte, junto al mar, el clima del centro de España, que han vuelto las chinches, venido nuevos los mosquitos “tigre” y crecido las cucarachas, y que los exterminadores de insectos carecen de arsenal para enfrentárseles porque la Comunidad Europea considera peligrosos los componentes más eficaces de muchos insecticidas.
Asimismo leo que en Barcelona y no sé si en Cataluña han llegado a la conclusión de que no les gustan y deberían prohibirse las corridas de toros. Nada nuevo bajo el sol, tengo entendido que en India declararon un día sagradas las vacas y deambulan entre la multitud por calles y mercados. La modernidad es la mayoría de las veces memoria histórica más o menos remota. Por eso, hay quien, avisado, guarda sus trapos y harapos de vestir porque la moda siempre vuelve, y algún día saldrán nuestros sucesores, si logran sobrevivir a tanto azacaneo, con chalecos de flores y leontinas siquiera sea de oropel.
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