Trazar fronteras. Curiosa ocupación del hombre de cualquier tiempo, para delimitar su territorio de supervivencia y autoridad. Lo tuyo y lo mío, vigilando con frecuencia de reojo para entrar a apoderarse de lo del vecino. La frontera puede entenderse como lugar de encuentro o lugar de enfrentamiento entre parecidos, que suelen parecerse los que habitan de un lado y del otro de la raya, ese artificio. Porque lo normal es que los humanos de cerca se entiendan, relacionen, necesiten y solidaricen, pero allá en la capital disponen que para algo está la raya y siempre hay que inventar caminos secretos por donde circula, como el agua, la inevitable relación humana.
A medida que el hombre descubre las posibilidades, crecen sus relaciones con vecinos de más lejos. Y sin embargo, hay una simiente de hierba mala que nunca se sabe a ciencia cierta quien siembra para envenenar la sangre y la relación de los de más cerca, ambos recíprocamente custodios de la raya imaginaria, la línea artificial.
Hubo un tiempo en la dolorosa historia del hombre en que cada ciudad podía ser un imperio, casi siempre tiranizado por una familia más poderosa y por el jefe de cada poderoso clan. Vivían haciéndose guerras y paces, tratando alianzas y perpetrando traiciones que parecen de juguete cuando se estudian comparan con las crudelísimas guerras más recientes.
Tengo el convencimiento personal de que ni las ciudades deberían ser demasiado grandes ni los estados demasiado pequeños; tengo el convencimiento de que las administraciones deberían formar un organigrama sencillo, muy bien interrelacionado y con la convicción de que están al servicio de los ciudadanos que las pagan, justifican y sostienen; Tengo el convencimiento de que las leyes deberían ser pocas, generales de cada materia jurídica específica, fáciles de entender, susceptibles de ser interpretadas para adaptarse y así ser susceptibles de resolver los casos concretos por unos jueces sabios y honestos.
-¿Y qué?
- …
-¿De qué te sirve? –me preguntas con razón-
-Hombre, pues por lo menos para saber, aquí, en el fondo, donde permanece siempre la brasa de la esperanza, que si yo lo sueño, podría ser acertado, y si lo fuese, cabe que se le ocurra a alguien más, más importante, más sabio, más influyente, que lo propagaría, se abriría un posible debate y al final, dentro de mucho tiempo, o a lo mejor de poco, podrían cambiar algunas cosas, ciudades o personas. Lo malo …
-¿Qué es lo malo?
-Que también cabe que el cambio sea para peor. Es la incógnita implícita en esperar a los tártaros al borde del desierto de Buzzati o de esperar a Godot con Brecht, sin conocer a unos o a otro, como cuando se espera a los posibles alienígenas. No se sabe si serán buenos o malos con arreglo a nuestros cánones, si vendrán a convivir con nosotros o a tratar de exterminarnos. -
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